El triunfo de Cristo en la humildad
Adaptación para jóvenes de la Homilía de Navidad "El triunfo de Cristo en la humildad", pronunciada por san Josemaría, fundador del Opus Dei, el 24–XII–1963, y publicada en el volumen de homilías "Es Cristo que pasa".
ORACIÓN INICIAL
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia.
Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: intercedan por mí.
Mirar el semestre y la Navidad que viene
Estamos a punto de cerrar el semestre. Quedan algunos exámenes, pero todos sentimos que ya huele a vacaciones, a Navidad, a casa, a familia. Precisamente por eso este momento de silencio es valioso: antes de salir corriendo, paramos un poco y miramos cómo llegamos hasta aquí. No tanto en calificaciones, sino en lo que ha ido pasando dentro: en el carácter, en las decisiones, nuestras amistades, en la relación con Dios.
Haz ahora el ejercicio de “mirar”: vuelve con la memoria a estos meses. Tus clases, los trabajos entregados a tiempo y los que se te fueron, las veces que te organizaste bien y las que te ganó la prisa o la flojera. Mira sin maquillarlo, sin dramatizar, pero con verdad. ¿Cómo han sido, en conjunto, estos meses para ti?
(Pausa 30–40 segundos)
Ahora trae a la mente la escena de la Navidad: un Niño en un pesebre, una familia pobre, un lugar cualquiera. Dios entrando en la historia desde lo pequeño y lo discreto. Y piensa: así como Dios entró al mundo de forma sencilla, también ha querido entrar en tu semestre a través de cosas muy normales: una tarea bien hecha, una conversación incómoda pero honesta, un error que te obligó a pedir perdón, una dificultad en casa, un examen que te hizo estudiar más en serio.
Haz el paso de “pensar”: no solo mires los hechos, intenta conectar. ¿Dónde ha estado Dios en este semestre? ¿En qué momentos aprendiste algo de verdad sobre ti mismo? ¿Qué situaciones te hicieron crecer, aunque fueran incómodas? ¿En qué momentos te diste cuenta de que necesitabas ayuda y no podías solo?
(Pausa larga, 40–50 segundos)
Y ahora da un paso más. Pregúntate delante de Dios: si Jesús ha pasado también por tu vida, por tu casa, por tus días cansados… ¿qué te ha querido enseñar? ¿Qué te está diciendo con la manera concreta en la que ha ido saliendo el ciclo escolar? Tal vez te está invitando a ser más constante, o a ser más humilde, o a tomarte en serio las oportunidades que tienes, o a dejar ciertas actitudes que ya sabes que no ayudan.
Reconoce con sencillez algo bueno que Dios ha hecho en ti este semestre (aunque sea pequeño) y algo que te gustaría que cambie.
(Pausa 30–40 segundos)
Pensar lo que viene y decidir cómo lo quiero vivir
Entramos en la última recta: exámenes finales, calificaciones, cierre. Es un momento donde se mezclan cansancio, presión, expectativas propias y ajenas. Aquí la humildad se vuelve muy concreta: aceptar que tengo límites, que necesito organizarme, que quizá no voy a sacar todo perfecto, pero que puedo dar lo mejor de mí, con paz, sin excusas y sin teatro.
Haz ahora el ejercicio de “pensar hacia delante”: mira estos días que faltan. ¿Cómo sueles vivir esta etapa? ¿Con ansiedad, dejando todo al final, comparándote con otros, o escapando mentalmente a las vacaciones antes de tiempo? ¿Qué riesgos ves en ti para este cierre de semestre: desorden, desánimo, soberbia, desconfianza?
(Pausa 30–40 segundos)
Vuelve a Jesús en Nazaret: treinta años trabajando, obedeciendo, haciendo día tras día lo que tocaba, sin ruido. Esa normalidad vivida de cara a Dios es un modelo para ti. Él no se saltó etapas, no abandonó sus tareas, no se acomodó. Vivió lo ordinario como algo grande, porque ahí estaba la voluntad del Padre. Pídele que te dé ese estilo: terminar bien lo que empezaste, aunque estés cansado y te den ganas de bajar la guardia.
Ahora pasa del “pensar” al “actuar”. Delante de Dios, decide algo concreto para estos días que quedan. No llenes la cabeza de propósitos vagos. Uno o dos puntos claros, muy prácticos. Por ejemplo: estudiar con un horario realista y cumplirlo; cuidar el ambiente en casa o en el salón estos días, sin quejas y sin malas caras; ofrecer cada examen por alguien concreto; hacer un rato de oración breve cada día antes de estudiar. Algo así, pero tuyo.
(Pausa larga, 40–50 segundos, para que ellos puedan formular su propósito interior)
Por último, mira también las vacaciones que vienen: la Navidad, la familia, el descanso. Pregúntate cómo quieres llegar: no solo “pasando” el semestre, sino también habiendo crecido un poco por dentro. ¿Quieres llegar a la Navidad simplemente cansado y saturado, o también más consciente de lo que Dios hace en tu vida? Díselo al Señor con tus palabras: cómo quieres llegar a Navidad y qué le pides para estos días.
(Pausa 30–40 segundos)
ORACIÓN FINAL
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: intercan por mí.
CIERRE
Invitación a rezar un misterio del Rosario
Ahora vamos a poner todo esto en manos de la Virgen. Ella supo vivir la espera, los tiempos de trabajo escondido en Nazaret, la humildad de lo cotidiano y la alegría profunda de la Navidad. Vamos a rezar juntos un misterio del Rosario pidiéndole tres cosas muy concretas: saber terminar bien este semestre, vivir con humildad y confianza estos exámenes, y llegar a la Navidad con un corazón un poco más sencillo y más disponible para Dios.