Para meditar:

María, hoy venimos como somos. Sin maquillaje, sin discursos. Tú eres la llena de gracia, no porque tu vida haya sido fácil, sino porque nunca cerraste el corazón a Dios. Y como Madre, no te escandalizan nuestras caídas: nos miras, nos levantas, nos vuelves a poner en camino.

En silencio, cada uno puede preguntarse: ¿qué estoy buscando realmente con mi vida?, ¿qué felicidad estoy persiguiendo? Porque hay una que se acaba rápido… y hay otra que es honda, que da paz, que permanece. Tú ya la alcanzaste, y quieres enseñarnos el camino.

Te pedimos un regalo, Señora: un corazón contrito, capaz de reconocer el error sin huir. Si hoy hay algo en mí que no agrada a Dios, haz que lo vea con claridad… y entre tú y yo, lo arrancamos.

María, Madre nuestra, no nos sueltes del camino que lleva a tu Hijo.

Para vivir:

La Virgen no nos dejará nunca. Haz del escapulario, una medalla o una imagen de la Virgen un signo habitual en tu vida. Llévalo contigo siempre. Como recordatorio diario de que no estás solo y de que tienes una Madre. ¿Qué signo de María voy a elegir llevar conmigo, desde hoy y de manera habitual?