Para meditar:

María, hoy te miramos como mujer de esperanza. No de una esperanza apresurada, impaciente, que lo quiere todo ya, sino de una esperanza que sabe esperar, que aguanta el tiempo, que confía cuando todavía no ve.

Tu vida no fue aplauso continuo. Tu trono fue la Cruz. Tu grandeza fue permanecer. Estuviste junto a los primeros discípulos cuando todo parecía frágil, incierto, pequeño. Y aun ahí, no se apagó tu confianza.

Nosotros, en cambio, nos cansamos pronto. Pedimos resultados rápidos. Nos quejamos ante la primera dificultad. Hoy reconocemos que muchas veces nos falta esperanza… y te la pedimos a ti.

Enséñanos a creer cuando el camino es lento. A sostener el bien aunque cueste. A no soltar a Dios cuando parece que tarda.

María, Esperanza nuestra, sostén nuestro corazón.

Para vivir:

Hoy no te quejes de esa dificultad que ya conoces.

En lugar de eso, ofrécela en silencio como un acto de esperanza:

“Confío aunque no entienda.”

¿En qué situación concreta necesito hoy vivir con más esperanza?