Para meditar:
María, hoy no te miramos solo como la Madre de Dios, sino como Madre nuestra. Madre real. Madre cercana. En tu corazón cabemos todos, sin excepciones, sin preferencias, sin filtros. Cada uno es tu hijo, cada uno es tu hija.
Tú no esperas a que te pidamos ayuda: te adelantas. Ves antes que nosotros la herida, el cansancio, la necesidad. Y vienes. Así actúa una madre de verdad. Por eso no hace falta convencerte, ni demostrarte nada. Basta acercarnos con confianza.
Hoy nos invitas a vivir como hijos: a querer sin medida, a confiar sin tantas complicaciones, a no perder la alegría aunque haya peso. Porque quien se sabe hijo, no camina solo.
María, recíbenos hoy en tu casa, en tu corazón, en tu cuidado de Madre.
Para vivir:
Hoy haz un acto concreto de confianza: cuéntale a la Virgen, con tus propias palabras, una preocupación real que traes dentro…y entrégasela sin seguirla cargando tú solo.
¿Qué preocupación concreta voy a poner hoy en manos de mi Madre?